viernes, 30 de octubre de 2009

Uno de miles

Todos lo sabemos, pero es lo mismo ser consciente... que verlo:



Espero que esto no se me llene de fundamentalistas pro-eólicas. Por si acaso, dejar claro que YO NO ESTOY EN CONTRA DE LOS PARQUES EÓLICOS per se.

miércoles, 28 de octubre de 2009

Ansiadas Hoces

Dando un gran salto en el tiempo...

Este pasado sábado disfrutamos de una agradable jornada de campo en el Parque Natural de las Hoces del río Duratón. El plan, minuciosamente preparado por una servidora y cumplido al dedillo, consistió en salir de Madrid a las 9 de la mañana y visitar en primer lugar la ermita de San Frutos, situada en un lugar estratégico del paisaje que permite disfrutar de unas impresionantes vistas de las Hoces, los acantilados y sus habitantes, mayoritariamente buitres leonados y chovas piquirrojas.

La segunda parte de la jornada consistió en caminar... bastante (preguntadle si no, a Sofía). Una ruta de unos 12 kilómetros conecta el pueblo de Sepúlveda con el corazón del parque, recorriendo una senda que discurre paralela al Duratón, a través de un cómodo sendero sin pendiente sombreado por los árboles del bosque de galería. Mucha tranquilidad, sonidos, olores y sensaciones agradables. Todo este plan, junto con la buena compañía, a pesar de las bajas de última hora, hicieron del sábado un gran día de campo, ¡para repetir!
Vista del río Duratón




Excursionistas, de derecha a izquierda: Javi, Mónica, Unai, Sofía, Pablo, Samu, Jorge con Sirin en brazos y yo misma. Diferentes procedencias, mismo interés.


Algún momento, durante la ruta de ribera


Fauna doméstica admirando el paisaje


Fauna micófaga

miércoles, 7 de octubre de 2009

Crónica macaronésica (III): el gran sábado

Cuando ya me veía avocada a pasar el resto del fin de semana de turismo tradicional, el viernes (hablamos del viernes 25 de septiembre, por cierto), Toño se ofreció a acompañarme a visitar la corona forestal del Teide y el propio Parque Nacional. Y con un indiferente gesto de asentimiento, me fui al hotel rebosante de felicidad. Lo único malo es que, debido a sus deberes como presidente de la comunidad de su edificio, Toño no era libre hasta eso del mediodía, así que me busqué otro plan para la mañana: visitar La Laguna, una pequeña ciudad a tiro de tranvía de Santa Cruz, que está declarada Patrimonio de la Humanidad.

Aunque era realmente bonita, me pasé el paseo mañanero contando los minutos para que me llamara Toño y nos pusiéramos en modo pajareo, así que La Laguna tendrá que disculparme el desinterés por sus casas coloniales y sus rincones.




La corona forestal del Teide es un Parque Natural constituido por una masa continua de pino canario Pinus canariensis que rodea al Teide entre los 1000 y 1800 metro de altitud. Estuvo a punto de desaparecer en la década de los 80, pero gracias a un importante esfuerzo de repoblación, hoy el anillo de bosque está cerrado y con un estado de conservación bastante digno. En comparación con nuestros pinares, poca variedad faunística se puede ver allí, pero claro, para mi gozo, la mayoría es endémica. El gran protagonista, el pinzón azul Fringilla teydea, no fue tan fácil de ver como prometen las habladurías, pero calló, menos mal, así como el herrerillo africano Parus teneriffae, la subespecies endémicas de pico picapinos y reyezuelo sencillo Dendrocopos major thanneri y Regulus regulus teneriffae y el lagarto tizón Gallotia galloti.


Pinos canarios Pinus canariensis, endemismo florístico que protagoniza la corona forestal.

A medida que avanzas en altitud y cercanía hacia el Teide, los pinos van desapareciendo y dejando lugar al paisaje lunar del Parque Nacional. Simplemente impresionante. Solo lamento no estar más puesta en geología para gozar no solo con la vista, si no también con el coco. Allá donde mires puedes imaginar el avance de las lenguas de lava por las enormes cañadas. Realmente, un regalo para la vista. Y por si el paisaje fuera poco, en el primer mirador, en la primera parada, nos recibió un confiado bisbita caminero Anthus berthelotii, con el que cerraba mi lista de seis especies nuevas del mejor día en Tenerife.





Foto típica

Malpaís, lengua de lava intransitable por su morfología. Al solidificar, los materiales ácidos del magma forman estructuras caprichosas de formas pinchudas.


Lagarto tizón Gallotia galloti (si no me equivoco) en el Parque Nacional del Teide

El resto de mi estancia en Tenerife (el domingo, vaya) fue un tanto decepcionante. En resumen, mi intención era alquilar un coche (sensiblemente más económicos que aquí, en la Península) y visitar la Península de la Araga, adetrándome en la laurisilva, con el objetivo de tacharme las palomes de este hábitat, rabiche y turqué. Pero mi cabecita desastrosa, que barajaba ese plan ya desde Madrid, se olvidó de coger el carnet de conducir, así que tremenda decepción. La alternativa fue coger un bus y pasar el día en Puerto de la Cruz, una ciudad bastante bonita y muy turística, orientada hacia el norte de la isla, donde pude comprar recuerdos, darme un buen paseo por las playas de arena negra y de paso, adquirir un moreno cangrejero que todavía se está cayendo en forma de trocitos de piel seca.

Y con esto pongo punto y final a las Crónicas Macaronésicas. Ya me ha costado contarlas, ¿eh? A toro pasado, Canarias me ha dejado una preciosa experiencia y unas ganas de locas de regresar y explorarla mucho mejor.

Crónica macaronésica (II): el taller

El segundo día en Tenerife fue el del taller sobre conservación de aves del archipiélago canario. Seis agotadoras y provechosas horas de reunión con expertos sobre la avifauna Canaria con el ambicioso objetivo de elaborar un documento que recoja las medidas necesarias para tener en cuenta en la redacción de los planes de gestión de las ZEPA con presencia de estas aves. Mis nervios fueron disipándose a medida que los asistentes hablaban en un tono muy familiar y se trataban de muyayos entre ellos. Hubo bastante consenso y no se me dio mal la labor de coordinación. En resumen, un éxito laboral y personal.

Al terminar la jornada de trabajo comimos todos juntos en una tasquilla bastante fea y ruidosa, pero donde pude probar algunos platos canarios, como el escaldón, que a pesar de su mala pinta, me gustó bastante.

El resto del día lo pasé con Cristina y gente que iba y venía por el jardín de la casa de Aurelio, un profesor de la Universidad de Tenerife, escuchando mil historias divertidas y arreglando el mundo entre copas de vino con tapitas, ron y demás degustaciones.

martes, 6 de octubre de 2009

Crónica macaronésica (I): la llegada

Me imaginaba mi primera visita a las islas Canarias de forma totalmente diferente a como ha sido, pero la experiencia me ha enseñado que no hay que planear las cosas a tu imagen y semejanza para que salgan estupendamente.

Llegué a Tenerife el pasado jueves 24 de septiembre. En el aeropuerto me esperaba Cristina, la delegada de SEO/BirdLife en Canarias. Será, como ella dice, por su radar para el personal de la ONG o por la buena descripción de mi vestimenta, el caso es que nos reconocimos al instante y nos encaminamos a la sede de la delegación, local que muy poco tiene que ver con el madrileño. Mientras éste se encuenta atestado de gente, mesas colocadas como en un desafío al tetrix y documentos invasores tapizando mesas, estanterías y suelo, aquel presenta un aspecto tranquilo, ordenado y lleno de espacio libre. Por si fuera poco, también cuenta con un pequeño jardín donde acuden a beber y descansar gorriones morunos, currucas, herrerillos y mosquiteros... canarios, claro, es decir, el primer bimbo para mí en la isla.

El poco resto que quedaba de la tarde lo dediqué a conocer a Efrén y Toño, los otros dos empleados de la delegación y a ultimar los detalles del taller del día siguiente, el motivo de mi estancia en la isla y razón de mi creciente estado de inquietud. Al final del día, Cristina nos llevó a mi y a mis nervios al hotel Pelinor, en Santa Cruz, donde me alojaría hasta el domingo.

Como todavía nos quedaban horas de luz al día y ganas de paseo a mí, tras acomodarme en el hotel, eché a andar por la ciudad, en busca de relax y vistas bonitas. Santa Cruz no me decepcionó. Es una ciudad pequeña, que me recuerda en cierto modo a León. Lo que atrajo gratamente mi atención , además de la bellamente extraña flora ornamental, fue la cantidad de paseantes, patinadores y perros que amenizan el paseo marítimo (si se puede denominar así a una acera ancha que camina paralela al puerto). Y en cielo, con sus chirridos incesantes, vencejos... unicolores. Ya van dos.


Como en toda ciudad española que se precie, existe una plaza de España en Santa Cruz. A diferencia de las conocidas hasta ahora, ésta carece de edificios históricos y consiste en un simple laguito circular con mucho encanto y decenas de grillos estridulando entre paseantes y parterres de plantas aromáticas.